Antes del verano, el Instituto para la calidad de las ONG – ICONG publicaba la Guía Didáctica “La perspectiva de género como elemento de calidad en la gestión de las ONG“, que elaboré junto con mis colegas y amigas Raquel Jiménez Manzano y Clara Fernández López. En este post comparto algunas de las ideas que escribí para el prólogo.
La premisa básica de partida de la Guía es que hemos heredado una manera de entender y proyectar el mundo que, en su intento de ser generalista, ha dejado de lado la particularidad.
En esta voluntad globalizadora se han obviado los matices que configuran la realidad diversa de las personas y que determinan las desigualdades sistémicas. La analogía ha subsumido esta visión, impidiendo profundizar en las particularidades y obviando los privilegios y las relaciones de discriminación. Así, esta herencia ha mantenido en los márgenes a muchas personas. En particular a las mujeres.
De esta manera, la opacidad de género, el androcentrismo y la uniformidad han impregnado no solo la visión y los relatos históricos, sino la manera de proyectar la realidad desde las entidades de acción social.
Opacidad de género
Una de las características de esa visión generalista es neutralizar la realidad en términos de género. Es decir, considerar como no relevante la influencia del sexo/género en el lugar que las personas ocupan en el mundo, u omitir el impacto de la expectativa social depositada sobre las personas según sean leídas como mujeres o como hombres.
Para hablar de este efecto, se pueden adoptar términos como ceguera, opacidad o neutralidad de género.
Androcentrismo
Además de esta ceguera, la intención globalizadora que estamos analizando identifica la norma con lo masculino. Esta es la segunda característica de esta perspectiva heredada: el androcentrismo.
Lo interesante es descubrir que, mientras esta perspectiva heredada se nos presenta como neutra a cualquier categoría de diferenciación, en realidad pivota en torno a las circunstancias de un sujeto claramente definido. La universalidad de un supuesto sujeto neutro responde, en lo cotidiano, a las características, posibilidades y aspiraciones de un sujeto masculino.
Por consiguiente, cuando en las organizaciones se aplican sistemas de gestión opacas al género, que destinan recursos, actividades o servicios a personas ‘neutras’ en relación con el género, lo que en realidad sucede es que se toma un solo modelo como universal. El corte que divide al colectivo en, al menos, dos grandes grupos mayoritarios (mujeres y hombres) desaparece y, con él, se elimina también la posibilidad de contemplar las diferentes experiencias, necesidades y deseos del grupo humano.
Uniformidad
Desde aquí se puede llegar a descubrir la tercera característica de la visión globalizadora heredada: la uniformidad.
Con este concepto se quiere poner en evidencia que el androcentrismo no solo invisibiliza al sujeto femenino per se, sino a la variedad que impera tanto entre las mujeres como entre los hombres. La uniformidad borra las características que diferencian a las mujeres entre sí y a los hombres entre sí, a pesar de que el día a día nos recuerda que las personas somos diversas.
Siempre existen aristas, factores que nos recolocan según qué circunstancias y contextos. El sexo/género es transversal a todo un abanico de factores que modulan la vida de las personas, determinando sus derechos y sus posibilidades de desarrollarse plenamente.
Por todo ello, es necesario llevar a las organizaciones una visión no neutral, no androcéntrica, no uniforme, que compagine la perspectiva de género con la perspectiva interseccional en un intento de transformar sus procesos de gestión.
De manera sencilla y ordenada, esta Guía ofrece una serie de claves para facilitar que las organizaciones pequeñas y medianas maximicen la calidad de sus procesos de gestión, evitando el influjo de miradas sesgadas que causan invisibilización, exclusión, inequidad y falta de eficacia.
ICONG propone esta Guía a las organizaciones que circulan en su órbita como una forma de facilitar el acompasamiento de sus procesos de gestión al cambio de paradigma que, por encima de nuestras posibles resistencias, estamos atravesando como sociedad. Un cambio que es feminista y que está abierto a la diversidad, que reclama innovación para afianzar la sostenibilidad a todos los niveles. Un cambio que exige el enfoque de género en la gestión de la calidad.
Un cambio que requiere una actitud proactiva, ¿estás preparada?
Buenas tardes Ana. Me parece del todo necesario tu enfoque. Vengo impartiendo foemaciones sobre la aplicación de la prespectiva de gènere en los proyectos de intervenciòn social y la falta de competencias del personal.es manifiesta en el Tercer Sector, con todo lo que conlleva. En realidad, en esta materia, se està empezando. Por ejemplo, la misma tasa AROPE resposde a una visiòn androcentrica…con lo que eso supone. Gràcies por tu trabajo
Querida Maite, gracias por tu comentario. Me ha hecho mucha ilusión leerte y saber que una persona con tanta experiencia como tú en este tema valora el enfoque y corrobora el camino que aún queda andar en este sector, aunque nos parezca mentira. En relación con la tasa AROPE, ¿Quieres decir que no está desagregada por género, o que no considera aspectos de pobreza que afectan particularmente a las mujeres?