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Mujeres con discapacidad. Una violencia: todas las violencias. #25N

Solamente el uso adecuado de las herramientas de análisis puede aportar soluciones eficaces y llegar de forma efectiva a la población meta de las intervenciones. Las mujeres con discapacidad serían, en este caso, las protagonistas del discurso y de la acción.

El pasado viernes 29 de noviembre, mi compañera de trabajo y amiga Marina Lorenzo participaba en Santiago en el Encontro autonómico Descubre a nosa realidade organizado por la Asociación de Mulleres con Discapacidade de Galicia, ACADAR. Acudía como ponente de una presentación elaborada conjuntamente entre nosotras dos y titulada “Nombrar para conocer: la pertinencia de los Indicadores de Género”:

Si aquello que no se conoce no existe, es difícil atajar la necesidad social. Si aquello que no se nombra no importa, es complicado generar conciencia social. Si aquello que no detecto no sucede, es difícil elaborar programas que pongan a las mujeres con discapacidad que han sufrido o sufren violencia de género en la lista de prioridades de intervención social.

 

Lo cierto es que los Indicadores de Género son una herramienta para intervenir en la realidad con acierto porque nos permiten conocer las diferentes formas en que la desigualdad de género se manifiesta y así encaminarnos a su transformación y mejora.

Pero lo que en este post quisiéramos sobre todo destacar es que los Indicadores de Género son también una oportunidad para extender la visibilidad de las otras muchas desigualdades que nos cruzan a las mujeres además del género. La interseccionalidad (o desigualdad múltiple) aparece pues como ingrediente enriquecedor y necesario de los Indicadores de Género.

No nos podemos permitir una mirada sin matices sobre la realidad… si queremos que nuestras intervenciones se concreten en programas, proyectos y actividades efectivas encaminadas a mejorar la realidad social de la que formamos parte.

 

¿Por qué hablar de discapacidad y género en un día como el 25N?

Porque la violencia de género no es violencia contra la mujer sino violencia contra las mujeres. Porque las mujeres somos múltiples y nos cruzan numerosos factores de identidad. Porque la violencia ejercida contra las mujeres con discapacidad es un hecho, una realidad medible y medida que no siempre responde a las mismas circunstancias que las demás violencias. Porque la discapacidad es un factor de identidad que se convierte en desigualdad cuando la sociedad ofrece respuestas sometidas solamente a un arquetipo de normalidad. Porque individuos, sociedad e instituciones tenemos, sin quererlo, referencias únicas de lo que es la violencia de género y de lo que son las mujeres víctimas que sin duda perjudican la toma las respuestas específicas.

Porque la violencia de género ejercida contra las mujeres con discapacidad no requiere siempre de los mismos mecanismos de respuesta. Y porque ya es buena hora de reenfocar la mirada.

 

¿Cómo aunamos género y discapacidad en un indicador?

Teniendo en cuenta también este factor identitario a la hora de hacer análisis social y planificar intervenciones desde el género.

Exigiendo a las instituciones que cumplan con el artículo 20 de la Ley 3/2007 de 22 de marzo para la Igualdad efectiva entre mujeres y hombres que obliga a la adecuación de estadísticas y estudios mediante el cruce del sexo con otros factores de identidad.

Revisando nuestro imaginario, sacudiendo nuestros moldes y asentando en nuestro entendimiento ideas de mujeres (y hombres) que responden a múltiples realidades cotidianas.

 

¿Por qué distinguir a las mujeres si la violencia de género nos afecta a todas?

Porque aunque la violencia de  género sea estructural y se deba a una forma de valorar a las mujeres y lo femenino por debajo -muy por debajo- de lo masculino, no todas las mujeres poseemos la misma identidad ni nos encontramos en el mismo lugar: no todas recibimos el mismo tipo o grado de violencia ni podemos darle respuestas similares.

Porque si hablamos de las mujeres debemos reivindicar también la diversidad en todos los planos de la vida en los que se requieren alternativas para vivir mejor.

Porque las instituciones sociales y el conjunto de la ciudadanía deben hacer visible y poner en valor la diversidad y trabajar desde la diversidad para conocer en sus particularidades un problema social común como es la violencia hacia las mujeres.

Y porque solo desde el reconocimiento y el trabajo de la diversidad es posible construir realmente otros mundos mejores.

 

 

Este post lo hemos escrito codo con codo Marina Lorenzo y yo.

 

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