Hablar de prostitución lleva siempre aparejado un sentido de desposesión absoluta.
Las putas siguen siendo las otras de las ‘buenas mujeres’, así que son desposeídas de la ‘integridad’ femenina. Las putas son esclavas del sistema, así que nunca podrán ser parte de quien toma las decisiones. Las putas son maltratadas por los puteros y proxenetas, así que nunca serán más que víctimas. Las putas son putas, así que nunca podrán ser otra cosa: ni compañeras, ni profesionales, ni madres, ni artistas, ni intelectuales.
Es precisamente a razón de esta ‘desposesión’ desde donde nace mi postura en el debate de la prostitución.
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