Hace unos días terminaba mi trabajo con el personal de la Administración Regional de Castilla-La Mancha acerca de la planificación de políticas públicas de desarrollo rural con enfoque de género.
Veíamos que en el núcleo del desarrollo sostenible del medio rural se encuentran la sostenibilidad ambiental, la sostenibilidad económica y la sostenibilidad social.
El foco de nuestro trabajo consistió en ahondar en la influencia que el sexo/género tiene en la actual configuración del medio rural y en las posibilidades que desde la Administración existen para no reproducir desigualdades.
El grupo de trabajo se volcó en el proceso de aprendizaje y llegamos a poner en común interesantes reflexiones sobre las nociones de Gobernanza de Género, responsabilidad profesional y margen de actuación, planificación de políticas, aplicación diferencial de género y un amplio etcétera.
La perspectiva desde la que yo trabajo asume el proceso de Gobernanza como el proceso de toma de decisiones protagonizado simultáneamente por diferentes agentes o partes interesadas vinculadas a una misma problemática. El proceso de Gobernanza responde a la lógica de la intervención social según la cual son diseñadas un conjunto de actuaciones concretas que pretenden alcanzar un determinado objetivo que modifica una situación previa valorada como problemática o indeseable (Gómez Galán y Sainz Ollero, 2006). Es decir, es la detección de un problema lo que mueve a los agentes a modificar una situación dada con el fin de mejorarla.
Me gusta entender el proceso de Gobernanza desde una perspectiva multifactorial que asume la participación de los diferentes agentes en una lógica en red. A mi modo de ver, es precisamente la idea de juego de equilibrios y participación simultánea lo que posibilita la incorporación del enfoque de género en los procesos de gobernanza, porque es la única manera de entender como posible una participación diversa en las estructuras de poder:
“Las decisiones adoptadas y las políticas implementadas por las instituciones de gobernanza a nivel global, nacional y local contribuyen a moldear las percepciones acerca de los roles que las mujeres y los hombres juegan en la sociedad, además de determinar su acceso a los derechos y a los recursos. Involucrar a las mujeres para que participen en la definición de tales políticas y procesos e influyan en las instituciones que los produce hace más probable que éstos sean sensibles a las diferentes necesidades y situaciones tanto de las mujeres como de los hombres y que contribuyan a la igualdad de género.” (Brody, 2009)
Me resulta sustancial profesionalmente el esfuerzo por trasladar a las personas a las que me dirijo un mensaje permanente de implicación, acción y posibilidad. Por esa razón, suelo comenzar las sesiones de trabajo con un enfoque que profundice en esa perspectiva de la Gobernanza como juego de poder entre diferentes partes comprometidas. En este enlace podéis haceros una idea de las ideas a las que me refiero:
Es cierto que no todas las personas -y sobre todo las que trabajan en ámbitos como el de la Administración Pública- identifican su capacidad profesional de influencia en los procesos de planificación porque siempre -dicen- las orientaciones vienen dadas desde arriba:
«[Yo creo que] no podemos hacer mucho… no podemos tomar decisiones porque en nuestro trabajo ya está definido qué tenemos que hacer y además existen procedimientos que ya están elaborados (…)» (M., Toledo, 2016).
Sin embargo, sin obviar que la Administración responde a unas directrices normativas y programáticas que le son dadas, considero trascendental el intento de contribuir a modificar la visión del personal administrativo como ente ajeno a cualquier decisión con calado social. Por ello, forma parte esencial de mi metodología de trabajo generar un discurso que entienda la toma de decisiones como proceso de influencia permeable a diversos actores que, a su vez, producen con su actuación un impacto efectivo en el tipo de acciones que se diseñan e implementan desde las administraciones públicas (o cualesquiera otras organizaciones que intervienen en lo social). De hecho, es precisamente esta capacidad de influencia la que dota de sentido a la voluntad de las y los profesionales por formarse en transversalidad de género y por conocer los instrumentos que tienen a su alcance para no reproducir el imaginario sexista en su quehacer cotidiano.
Yo sé que los frenos y las limitaciones son enormes. Sé que nos inflamos de entusiasmo y posibilidad de transformación en el trabajo que hacemos en grupo y que al volver al despacho la (dura) realidad se nos impone.
Me lo habéis dicho en incontables ocasiones.
Lo he comprobado al diseñar políticas públicas.
Lo vivo cotidianamente.
Pero no puedo sino seguir repitiendo una idea permanente: las políticas públicas no se planifican solas. Hay personas que lo hacen. Siempre hay personas. Personas con un cierto margen de actuación, con convicciones propias, compromisos y responsabilidades. Y, cada vez sois más -lo aseguro- las que creéis en la irrevocable necesidad de incorporar el enfoque de género en el ámbito administrativo.
Ángela, Teresa, María, José Luis, Teresa, Loli, David, Pedro, Isabel, Montse, Pilar, Elena, Marta, Mª José, Silvia, Luis.
Gracias por vuestra amable acogida y vuestro convencimiento de que hay muchas cosas que podéis hacer para influir en la planificación de políticas de desarrollo rural con enfoque de género.
¡Hasta pronto!

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