Categoría: Formación

Expectativas de género y brechas laborales

El análisis de género de las tasas de empleo por ocupación nos permite identificar cómo los roles y los estereotipos contribuyen a determinar la segregación ocupacional entre mujeres y hombres. Junto a estos dos conceptos, el de «expectativas de género» nos permite ampliar el análisis rescatando el juego complejo entre subjetivación de género y poder estructural.

Durante estas semanas del Covid-19 estoy tutorizando un curso online para Agentes de Igualdad en ciernes. En uno de las tareas abordamos el análisis de las brechas de género en las ocupaciones más contratadas en España. Cuando envío mis devoluciones al alumnado, siempre incluyo una de las cosas que aprendí de Soledad Murillo: que el género es expectativa.

Desde que se lo escuché hace unos años, este aprendizaje siempre me ha acompañado y me es de gran utilidad como consultora de género y formadora.

 

Las expectativas de género: entre lo estructural y lo subjetivo

La noción de “expectativa de género” o “autoexpectativa” unifica una explicación estructural de la desigualdad de género con una perspectiva micro, subjetiva. 

En tanto que el género construye la identidad de las personas, también incide en la construcción de nuestros deseos, miedos, decisiones, proyecciones y elección de lo que creemos más conveniente para nosotras y nosotros o lo que creemos que encaja más con nuestra identidad. Incluido el empleo o las decisiones que tomamos y que inciden en nuestra vida profesional.

Según el último Informe del Mercado de Trabajo Estatal del Observatorio del Servicio Público de Empleo Estatal, entre las 10 ocupaciones más contratadas en España, las menores tasas de mujeres las encontramos en albañilería (1%), peonías del transporte, de mercancías y descargadores (17%), peonías agrícolas (26%) y peonías de la industria manufacturera (37%).

Las mayores tasas femeninas en personal de limpieza (82%), vendedoras en tiendas y almacenes (73%), ayudantes de cocina (60%), monitoras de actividades recreativas y entretenimiento (62%).

 

Estas brechas podemos explicarlas con los conceptos de roles de género y estereotipos, que influyen poderosamente en el lugar que ocupan mujeres y hombres en el mercado laboral y en la sociedad. Pero también debemos hacer uso de los conceptos de expectativas y autoexpectativas de género, ya que contribuyen a configurar lo que cada persona -como cuerpo asociado a un determinado género- espera de sí misma.

Desde esta auto-proyección, las personas solemos actuar con decisiones que responden a lo que se espera de nosotras o nosotros como mujeres y hombres, es decir, como personas con género asignado. Esta visión nos permite afirmar que las normas de género no solo son impuestas desde el exterior (la sociedad) hasta el interior de las personas (la individualidad) sino que también se construyen y refuerzan desde cada sujeto. Los sujetos somos parte activa (agentes) en la naturalización de las normas de género.

Aunque nos cueste creerlo, nuestra personalidad, nuestra vocación profesional, nuestro yo más íntimo, se ven afectados por el género. Como también se ven afectados por otros factores de construcción social, como por ejemplo la clase o el color de piel. Solo asumiendo este juego complejo entre imposición del género y subjetivación del género, podremos elaborar análisis verdaderamente lúcidos y transformadores de la desigualdad.

 

Agencia y transformación

Precisamente por lo mágico de la vida, siempre hay personas que trascienden y desafían las normas.

Hacerlo no les hace mejores ni peores (aunque a veces pienso que sí les hace mejores). Solamente nos recuerda que existe una influencia personal, de agencia, en nuestro camino vital. Esta agencia puede desafiar lo introyectado, y descubrir nuevos rumbos, o responder a lo introyectado.

Somos un efecto de lo aprendido, lo proyectado y lo esperado. No hay fronteras fijas entre lo innato y lo aprendido. O por lo menos no las conocemos. Creo que esto es uno de los aspectos más desafiantes que nos ofrece entender el mundo con perspectiva de género. Estamos en construcción, ya lo decía la Butler:

Que una identidad sea un efecto significa que ni está fatalmente determinada ni es plenamente artificial y arbitraria (El género en disputa: 1990, pp. 177). 

 

Uno de nuestros retos como consultoras de género o agentes de igualdad en las organizaciones es predecir y prevenir las consecuencias de las expectativas de género, y también de su incumplimiento. A mi juicio, solamente cuando conjugamos esa visión subjetiva con la estructural, estamos en posición de explicar adecuadamente las brechas existentes en las entidades y, consecuentemente, diseñar medidas oportunas, posibles y eficaces para disminuirlas.

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