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La necesidad de oirse

Con motivo del 8 de marzo, el pasado sábado día 5 realicé en Majadahonda un taller sobre participación verbal femenina. El trabajo sobre el uso de la palabra en los espacios políticos tiene algunas particularidades respecto a otros ámbitos. Generalmente, quienes participan de estos espacios esperan de sí mismas un posicionamiento, y el colectivo espera de ellas también algún tipo de expresión pública.

Hablar, opinar, defender, argumentar, proponer, rebatir, sugerir… son todo acciones verbales que conforman el propio sentido de este tipo de espacios. Así que, en principio, el grupo espera que sean implementadas por todas las personas que en ellos participan, sean mujeres o sean hombres. Pero esto es lo que espera el grupo en principio. Después, los mecanismos de participación atravesados por los condicionantes de género modifican la suposición igualitaria de partida y ponen a cada quien en su lugar: el rol se asume y se expresa de manera contundente. Y las normas de género tienen mucho que ver.

 

Lo interesante de poner luz sobre el uso de la palabra en los espacios mixtos es que los condicionantes para un uso equitativo del espacio verbal entre muejres y hombres no son similares. Algunos de estos condicionantes pueden tener consecuencias sumamente desempoderantes para las mujeres, al mostrarnos la falta de atención del entorno y las mayores dificultades con las que tenemos que lidiar permanentemente para expresarnos con seguridad y con autoridad.

 

Condicionantes externos

Durante el trabajo que hicimos en este taller, me llamó especialmente la atención la mención que hicieron algunas participantes a los ‘condicionantes externos’. Parece ser que,  más que en otros contextos, los impedimentos a las que se enfrentan las mujeres en los ambientes políticos vienen, sobre todo, del exterior a nosotras mismas: el ninguneo que de ellas hace quien modera la asamblea, la falta de interés que se produce cuando hablan, las formas competitivas que llevan a muchos hombres a elevar la voz de forma exagerada, el abuso de los tiempos en el turno de palabra, las interrupciones, correcciones, omisión de referencias…

… Barreras todas que siempre tienen un efecto sobre el autoconcepto femenino y el valor asignado a la voz de las mujeres.

No inventamos nada.

Esta es nuestra experiencia.

 

Ningún espacio colectivo que quiera abanderar el aire transformador de los nuevos tiempos, la simpatía de la horizontalidad o la frescura de las nuevas formas, puede permitirse funcionar con mecanismos participativos que refuercen -por muy inconscientemente que sea- la invisibilidad de las mujeres en los lugares de encuentro, que resten valor a las aportaciones de las mujeres en las asambleas o que no frenen la apropiación masculina de los tiempos y de las palabras.

La palabra es el cimiento de la democracia y de la libertad.

El uso equitativo del espacio verbal es una condición irrenunciable para una sociedad que apueste por la transformación real del dominio masculino.

Esto es la equifonía, que ya lo dijo una vez mi profesora Ángeles Jiménez Perona.

Hablemos. Hagámonos oir. Démosle atención a nuestra voz.

El acto fue promovido por Pilar López-Jamar, responsable del Área de Igualdad de Podemos del municipio.Gracias a todas por estar 🙂

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