Somos muy modernas todas. Hoy, en Madrid, San Isidro, se nos nota todavía más.

Nos vestimos con el traje regional pero con el masculino, ¡es que ese chalequito es tan chulo! Nada de lunares ni vestidos largos cerrados en las piernas. Qué horteras los volantes parfavar, y ese pañuelo en la cabeza, ¡ay qué calor!

Somos muy modernas porque nos vestimos de chulapos. Y creemos estar desafiando las normas de género. Somos muy modernas. Animamos a nuestras hijas para que se sientan cómodas vistiendo de chulapos, con sus chalecos y su gorra. No queremos que se vistan como una niña más, con su vestido apretado, su flor en la cabeza, sus labios pintados. No, no somos esa clase de madres ni esa clase de niñas. Nosotras somos más, diferentes. Somos feministas. Feministas modernas.  

Chulapos con O

A nuestros hijos no les ponemos los lunares, ni el chal ni el pañuelo. No les ponemos la flor en el pelo ni les pintamos los labios. Vosotros no os pintáis los labios ni os ponéis una falda, ni os echáis el chal de flecos por los hombros, ni os plantáis el clavel sobre la oreja.

Cuando una chica renuncia temporalmente a la expresión de género femenina, es transgresor y crítico. Es asumible, aceptable, es sexi. Cuando lo hace un chico, es extravagante, marginal, denigrante. Un chico no puede desafiar la masculinidad, todo el sistema se le cae encima. Y lo sabemos, lo sabemos dentro, porque hemos interiorizado tanto las normas de género que simplemente es así: mola hacer de chico pero humilla hacer de chica.

Género y ya

Somos muy modernas pero seguimos reproduciendo un sistema desequivalente en valor de género. Un sistema que en sí mismo es desigual, en lo material y  en lo simbólico.

Somos muy modernas pero seguimos pensando en dos, binario, doble, chicos-chicas, género natural.

Somos muy modernas pero nos falta cuarto y mitad para darnos cuenta de lo que nos queda.

Y yo soy demasiado impaciente.