Cerca de mi casa, en el colegio, en un salón. Un viejo, un niño, un joven.
Esto es lo que me ha pasado. #YoTambien.
#YoTambien. Cerca de mi casa. Un viejo.
Volvía a casa. Debían ser las seis de la tarde. Entraba en la urbanización por la puerta de atrás, esa que da a la estación de tren. Me crucé con un viejo que vivía por ahí y que siempre daba paseos, por la mañana y por la tarde. Me crucé con él justo en el esquinazo entre el seto y la puerta. Yo quise pasar, él iba a salir. Se encaró a mí, me medio abrazó. Me pilló por sorpresa porque lo único que había intercambiado con él hasta ese momento habían sido unos cuantos saludos de vecindad. Me abrazó para arrimarse. Me manoseó la teta.
Yo me fui, rauda, desconcertada.
Tenía apenas 14 años.
#YoTambién
En el colegio. Un niño.
Estábamos en el porche del colegio, llovía. Todo el alumnado de los últimos cursos de primaria se cobijaba ahí debajo cuando hacía mal tiempo. Jugábamos a ‘churro va’, a ‘toma tomate’ y a cualquier otra cosa que nos entretuviera. Creo que nos gustaba estar ahí juntes, nos gustaba la mezcla y el apelotonamiento. Recuerdo estar hablando con algunas amigas y compañeros, como haciendo un grupito. De pronto, uno de ellos me toca la vulva. Sin más. Saca su mano rápido y me toca la vulva. Recuerdo su mano caliente y densa sobre mi piel, a través de mi pantalón. No me gustó. Nada. No me gustó nada. Supongo que yo abriría mucho los ojos, haría un gesto de extrañeza y repulsa. Él salió corriendo, yo salí tras él. No recuerdo más.
Debía tener como unos 12 años.
#YoTambién
En un salón. Un joven.
Creo que fue cuando perdí la virginidad pero ni si quiera me acuerdo bien. La virginidad nunca fue para mí un hito, nunca le di importancia. Siempre sentí –aun sin haberlo razonado – que lo importante del sexo es vivirlo con libertad y con goce. Qué más da si es la primera vez o la última.
Él se llamaba Íñigo. Era el mayor repetidor del instituto. Tenía coche. Yo era una niña del último curso que con 17 años apuntaba maneras en muchas cosas pero en otras parecía medio lerda. Me llevó a su piso de veraneo, cerca de El Escorial. Por supuesto, mi madre no sabía nada. Ni mi padre, claro; no vivía ya en casa y estas cosas no le llegaban nunca.
Estuvimos hablando, nos tomamos un refresco, sacamos unos libros. Me prestó uno de Neruda que todavía conservo. Jamás se lo devolví. Después nos besamos. Lo siguiente que recuerdo es a él sacando un colchón de no sé bien dónde. Quizá le daba apuro llevarme a su habitación. Y nos tumbamos, y seguimos besándonos y nos metimos mano. Él se bajó los pantalones, él o yo bajaría los míos, no lo recuerdo. Intentó penetrarme pero no pudo. Aquello estaría demasiado cerrado. No noté nada. No sentí nada. Nada es la indiferencia total. No estaba asustada, no hubo una violencia explícita pero hoy sé que yo no quería hacerlo. Estoy convencida de que si en ese momento yo hubiera tenido seguridad, fortaleza y respeto hubiera dicho que no. Pero no tuve nada de eso. No dije que no. Él se corrió. Yo no gocé, no gocé nada. Sólo estaba estupefacta. Fue un polvo que recuerdo con asquerosidad e indiferencia. Ni si quiera fue un polvo para mí. Fui absolutamente cosa. Él me preguntó si me había gustado; yo creo que le sonreí como toda respuesta. En aquel entonces andaba yo siempre sonriendo.
Hasta muchos años después no consideré aquél acto como una agresión sexual. Hoy creo que lo fue, creo que fue un abuso. Pero de lo que no me cabe duda es de que fue una pena, un aprovechamiento en una relación desigual, un acto de prepotencia y una auténtica pérdida de tiempo. Ya dije que en aquel entonces yo ya apuntaba maneras, y también dije que fui medio lerda en una época.
Siempre me pregunto qué hubiera pasado si hubiera dicho que no.
El acoso sexual es una forma de violencia contra las mujeres. #YoTambién #MeToo
Y tú, tipo, ¿cuándo has agredido o cuándo has sido cómplice activo o pasivo de agresión?
Deja una respuesta