Hace unos días volvía de Málaga pensando que sí, que vamos avanzando, que no sé si el feminismo esta de moda o no pero que hay muchas personas con un pálpito similar sobre el tremendo retraso social que supone el sistema de sexo/género y sus efectos sobre nuestras vidas. Aunque todavía quedan muchas también que se resisten a incorporar medidas específicas para combatirlo.
Cuando volvía de Málaga, digo, iba yo haciendo la evaluación mental de la sesión con el Comité de Igualdad de UNICAJA Banco y me di cuenta de que a lo largo del trabajo había surgido sobre todo una problemática: la dificultad de las mujeres por ascender en los puestos de toma de decisiones.
Esta dificultad, obviamente, no se puede explicar como algo aislado de esta empresa. Esto es una dificultad real que enfrentan las mujeres en todos los ámbitos profesionales.
Existen una serie de conceptos vinculados a este problema: techo de cristal, criterios no objetivos (o no públicos y estandarizados) para promocionar, falta de corresponsabilidad social, división sexual del trabajo o cultura del liderazgo. Y existen diferentes maneras de atajar este problema, unas formas son difusas y tienen un efecto a largo plazo y otras formas son nítidas y tienen efectos a corto plazo. La medida estrella para favorecer la trayectoria profesional de las mujeres que quieren ascender en una escala es la acción positiva, concretamente en forma de cuotas (discriminación positiva, para ser exactas):
Definimos las acciones positivas como una estrategia destinada a establecer la igualdad de oportunidades por medio de unas medidas que permitan contrarrestar o corregir aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o sistemas sociales (Martínez y Escapa, 2008: 268).
Popular o no: es igualdad
Las cuotas no son populares.
Hay personas que se resisten fuertemente a ellas apelando a no sé qué razones de valía, objetividad y mérito. Como si la desigualdad de género estructural no situara a las personas -a las mujeres y a los hombres- en posiciones desiguales de partida.
Pero lo cierto es que las acciones positivas son utilizadas por las políticas específicas como herramientas concretas para lograr la igualdad de género. Pueden adquirir la forma de una medida puntual o tomar la forma de estrategias más amplias; lo que las caracteriza es realmente que se dirigen a reequilibrar la desigualdad existente entre mujeres y hombres:
Vemos, pues, que la puesta en marcha de acciones positivas, para eliminar las desigualdades que de hecho sufren las mujeres, están fundamentadas legalmente y especialmente aquellas relacionadas con el mercado laboral. No es necesario insistir aquí en la situación de desventaja de la que parten las mujeres cuando se incorporan al mercado laboral, cuando desean desarrollar una carrera profesional o en lo que se refiere al salario. El concepto de acción positiva va unido al de igualdad (Briñón, 2010).
Así que, bueno, avanzamos, sin duda, pero aún nos queda sacudirnos algunos prejuicios tontainas y limitadores para avanzar con más firmeza.
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