Categoría: Consultoría de Igualdad

Tarifas en la consultoría de género (II Parte)

En el pasado Encuentro Estatal de Consultoría de Género intervine en un coloquio sobre la fijación de tarifas en el sector. No tengo respuestas cerradas pero sí algunas ideas que compartiros, y giran en torno a tres puntos: la idea de rentabilidad, la valoración de los costes y las características de la clientela. ¿Quieres saber más?

En mi anterior post escribía sobre la necesidad de explorar lo que para nosotras como consultoras de género significa «el precio adecuado». No debemos demorarnos en hacerlo si queremos ser quienes decidan el desarrollo de este sector emergente, garantizando unas condiciones profesionales y laborales justas y a nuestra medida y facilitando los procesos de creación y desarrollo de todas las compañeras.

Aquí os cuento los tres grandes descubrimientos que han marcado hasta ahora mi aprendizaje en la definición de las tarifas en la consultoría de género. Además, añado el video en el que cuento de cabo a rabo mi intervención en el Encuentro.

 

Lo rentable

Yo no mido la rentabilidad solo en dinero. Si el dinero no lo es todo tampoco debe ser el factor exclusivo que determine cuando un proyecto es rentable o no. El valor que le doy a la cantidad de euros que facturo por un proyecto depende de muchas pequeñas cosas y no de la cantidad de ceros que tenga.

Naturalmente que me pongo contenta cuando me salen proyectos grandes pero los pequeños pueden resultarme igual o más rentables en función de los factores que esté considerando.

Por eso, os animo a que valoréis la rentabildiad teniendo en cuenta también:

⇒El aprendizaje.

Algo que yo valoro muhco en los proyectos es si con ellos voy a aprender cosas nuevas. Aprender en un sentido teórico (¡también nos estancamos, compas!), aprender nuevas metodologías y modos de hacer las cosas, aprender a relacionarte con la clientela o con otras personas con las que generalmente no tienes contacto. Cuando un proyecto me permite explorar o profundizar en ramas teóricas o prácticas que me interesan, considero que el proyecto es rentable para mí.

⇒La época del año en la que se desarrolla el proyecto.

Hay algunos meses en el año que son más flojos de curro y otros que son demasiado intensos. Si un proyecto que no considero muy rentable me entra en una época intensa, lo más probable es que lo descarte. Si en cambio me entra en un mes flojo, no creo que dude mucho en aceptarlo. La intensidad de trabajo de cada momento, las circunstancias de cada temporada determinan también la idea de rentabilidad para mí.

⇒La posibilidad e poder contar con colaboradoras.

Siempre que puedo, siempre que las características del proyecto me lo permiten, pongo en macha mi red de contactos y cuento con colaboradoras. Es algo que valoro mucho porque me permite salir de la cueva y empaparme de los saberes de las demás. Aunque la parte económica descienda para mí, la rentabilidad es mayor en otros términos. Simplemente llegas a lugares en los que sola no puedes si quiera imaginar llegar. Gracias compas!

⇒El desafío.

Si un proyecto me reta a nivel de contenidos, organización o ejecución, lo más probable es que lo tome. Aunque sea un proyecto pequeño. Esto no significa que me lance a cosas que no son para mí, sino que me mantengo a la escucha de los proyectos y no me dejo achantar por el miedo a no hacerlo bien. Sé que lo voy a hacer bien o, por lo menos, lo haré todo lo mejor que sé hacerlo. Aunque sea algo nuevo, o grande; aunque sea en un ambiente que no me gusta y a pesar de que la clientela no sea de mi cuerda. El desafío me mantiene en movimiento, ¿qué puede ser más rentable?

 

Los costes

Reconozco que yo antes no me planteaba qué costes tenía un proyecto, simplemente lo hacía sin más. Pero fui aprendiendo. Al principio, se te pasan por la cabeza un montón de factores que simplemente tienes en cuenta pero que no asumes como «costes» del proyecto. Luego vas a prendiendo a identificarlos y ordenarlos.

Aspectos como: las estructuras físicas o virtuales que requiere el proyecto (un espacio para grupos de discusión o una plataforma virtual para formación); la lejanía o cercanía de la clientela o lugar de realización; la asunción de labores de gestión y coordinación; el tiempo de impartición o de preparación; el calendario de ejecución… todas son cuestiones que deben tenerse en cuenta para hacer una valoración global de los costes del proyecto. Y a veces se nos olvidan algunos de ellos.

Pero, nuevamente, los costes yo no solo los mido en términos económicos. Los costes son más. Es la energía que me va a pedir un proyecto y la que yo tengo en ese momento. Es el grado de apetencia, también la necesidad del momento o la posibilidad del derroche. Los costes son para mí incluso la oportunidad para crear algo nuevo o la repetición de tareas. La valoración de costes tiene que ver con sentir que evoluciono con el proyecto o que no me aporta nada.

Y todo esto solo lo sabes tú, no una calculadora.

 

La clientela

Un último descubrimiento con el que me he topado en mi trayectoria como consultora de género es que las características de la clientela también afectan a la determinación última de las tarifas y los márgenes de flexibilidad. Te recomiendo que tengas en cuenta cuestiones como:

    • ¿La clientela es nueva o es habitual?
    • ¿Te ha buscado particularmente a ti para poner en marcha algo?
    • ¿Es una entidad u organización grande, con medios suficientes, o es pequeña?
    • ¿Su naturaleza es social, empresarial o pública?

Ir respondiendo a estas cuestiones me ayuda a conformar una imagen de la clientela que afecta al presupuesto final con el que voy a  trabajar. Los apuntes anteriores sobre rentabilidad y costes están estrechametne ligados con el factor de la clientela.

 

Pinchad aquí para ver el vídeo de la entrada:

 

Y por encima de todo esto. Por encima y por debajo, por los costados y a través, un último factor determinante y sustancial: el disfrute.

Gozar lo que hacemos. Sentirnos bien. Vivir con plenitud nuestra profesión. Nutrir nuestra potencia de vivir.

Que los proyectos en los que nos embarcamos los disfrutemos. Si no, para qué.

 

 

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