Dicen que tener y criar hij@s de una forma entregada resta posibilidades y oportunidades para desarrollarse en otros ámbitos. Lo dicen y aciertan. Pero todo ello se dice en un entorno de absoluto predominio del empleo como factor de integración social, éxito (o subsistencia) económico y autorrealización personal. En este contexto, tener y criar hijes siendo mujer resta muchas más oportunidades.
Pero no voy a hablar en este post de desigualdad de género, ni de la duplicidad entre trabajo productivo y reproductivo, ni de las desventajas para con las mujeres del sistema asentado en los roles de género, ni de las enormes limitaciones de las políticas de conciliación entre las que se encuentran las repercusiones para la población infantil.
No, no se trata de esto.
En este post quiero hacer mención a las oportunidades que, también, podemos encontrar mientras criamos cuando tenemos gente a nuestro lado que se encuentra en la misma situación que nosotres.
Parques reunidos
Lo nuestro no es un grupo de militancia. No es una organización formal. No es, ni siquiera, un grupo de amistad lejana en el tiempo. Lo nuestro no tiene un carnet de entrada ni un decálogo de normas. Lo nuestro es una de esas cosas que surgen cuando la gente maja se entiende, se reúne y se comparte.
Lo nuestro es, a simple vista, sólo un grupo de WhatsApp.
Pero si sigues mirando es algo mucho más profundo, más simbólico, más potente y mucho, mucho más transformador.
Creo que es importante teorizar los acontecimientos sociales. Creo que cuando dotamos de explicación teórica a lo que hacemos y lo que acontece a nuestro alrededor estamos dando fuerza y solidez a las experiencias que tenemos. Esto nos da empuje para reforzar nuestras prácticas, entender quiénes somos y qué hacemos y proyectar alternativas posibles de construcción social alternativa y real.
Prácticas de apoyo mutuo
Lo que hacemos en Parques reunidos no tiene grandes secretos: quedamos para estar en compañía y nos apoyamos en el cuidado de nuestr@s hij@s. Son breves tareas de lo reproductivo; son tiempos que invertimos extendiendo los cuidados desde nuestras hijas hacia los de los demás. Son sencillas cosas que hacemos sin contraprestación y con compromiso en ausencia de las otras madres y padres. Son pequeñas cosas que se insertan en nuestro propio calendario pero que tienen un alto valor simbólico y un innegable impacto positivo en nuestros tiempos:
Recogemos a los peques del cole y a veces también les llevamos. Hacemos meriendas cuando es necesario. Jugamos con ellos y atendemos sus necesidades de seguridad, custodia y compañía cuando sus principales figuras de referencia no están. Les acompañamos a las actividades extraescolares o nos los llevamos a las de nuestras hijas cuando es necesario. Les llevamos a casa mientras sus progenitores hacen la compra o vuelven de trabajar. Les cuidamos en el momento de ocio mientras su padre o su madre suben a casa a hacer un recado o se ocupan de alguna otra tarea necesaria. Les damos besos, les damos otras referencias y les mostramos que otras madres u otros padres también pueden sostenerles cuando lo necesiten.
Sin saberlo, estamos poniendo en marcha una práctica antigua de apoyo mutuo. Ese que se come el individualismo mercantilista al adueñarse de la vida social, haciéndonos creer que nuestras circunstancias personales nacen de la nada y existen sin conexión con las demás personas ni con el sistema social. Sin haberlo hablado nunca estamos levantando las cartas que señalan que nuestros problemas y nuestras dificultades cotidianas no son sólo nuestras.
Sin quererlo, nos estamos demostrando a nosotras mismas que pedir favores es un gesto de acercamiento que dinamita la frontera del individualismo y que prestar ayuda es un acto de compromiso y rebeldía política.
Sin buscarlo, estamos educando a nuestres hijes en los lazos de lo común, de las múltiples referencias educativas, en el espacio compartido que no se limita a las cuatro paredes del propio hogar o a los lazos familiares de la consanguinidad. Estamos enseñándoles que hay gente, que somos gente, dispuesta a volver a considerar la crianza, la vida y las relaciones sociales como entramados de corresponsabilidad y apertura a las demás.
Criar te brinda la oportunidad
Mis hij@s me han brindado la oportunidad de apoyarme en mis congéneres para asumir con un poco más de facilidad ciertas responsabilidades de cuidados. Me han dado la oportunidad de demostrarme y demostrar que podemos y somos capaces de crear y mantener redes de apoyo mutuo ajenas al intercambio monetario.
La necesidad de quererlo todo (familia, empleo, tiempo… ¡vida propia!) y el convencimiento de que tenemos derecho a esa vida extensa me ha empujado a aprender a pedir y a estar dispuesta a ofrecer y dar cuando otras piden. Sin duda el feminismo y un intenso reconocimiento de lo colectivo me sitúan desde donde hablo.
Una de las cosas más hermosas y más potentes que estoy descubriendo en la crianza de mis hij@s es la de las redes que somos capaces de crear para criar. Mis compas de los parques reunidos son un tesoro en estos últimos años de crianza. Y, como digo, son sólo pequeñas cosas que, quizá, ni ell@s mism@s han extraído del ámbito de lo puramente vecinal o amistoso.
A todas y todos a quienes integráis Parques Reunidos, a quienes los integraréis y a todos los Parques Reunidos que ya existen y están por constituirse, mi más enorme gratitud y orgullo.
¡Otro mundo es posible!
Me encanta!!!
Me alegro, querida Remich. A veces sólo es cuestión de quitar el polvo a nuestras prácticas para comprobar lo intensamente transformadoras que son en potencia. Jajaja, qué sencillita me pongo!
Me encanta leer una y otra vez este post….. es maravilloso.
Gracias Patricia 🙂
La verdad es que es maravilloso que seamos capaces de mantener el vínculo, ¡es la verdera resistencia!