Conmovida y enfadada, escribí esta carta a mi hija. Ella estaba a punto de nacer al mundo, a mí me urgía defender mis derechos y los suyos.
Querida,
Hoy mismo salgo de cuentas. Vas a nacer cualquier día de estos y estoy nerviosa y feliz por este hecho. Te aguarda una familia que te ha buscado. Te aguardo yo, que he querido gestarte y he deseado cada día que nacieras.
He de decirte que, ya verás, el mundo al que vienes es complejo. Claro y hermoso muchas veces, turbio y reseco otras tantas. Ahora está pasando algo, algo que precisamente enturbia esta primavera.
Está pasando que algunos sectores de nuestro país atacan con furia un derecho que es nuestro, de las mujeres, y que hemos conquistado. Hace 3 años, se aprobaba en España la ley 2/2010 de salud sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo. Muchas mujeres vimos cómo se ampliaba y reconocía un derecho nuestro. Más nuestro que de nadie. Hoy, el actual ministro de Justicia, alentado por los sectores más conservadores y retrógrados de nuestro país, quiere dar marcha atrás. Muchas mujeres, acompañadas de muchos compañeros, estamos saliendo a la calle. No queremos ir marcha atrás. No queremos renunciar a un derecho ganado. Yo quiero poder decidir cuándo quiero ser madre, como ahora.
Quiero que tú puedas decidir en un futuro si quieres o no ser madre y cuándo serlo. Sé que vas a saber decidirlo bien y, si te equivocaras, me gustaría pensar que no vas a estar sola. Quiero que tengas más derechos que los míos, más sólidos, más amplios. Quiero que tu sociedad sea mejor que la mía. E ir marcha atrás no es la forma de lograrlo.
Cuando seas mayor descubrirás que en todo el mundo las mujeres recurrimos al aborto. Interrumpimos nuestros embarazos por razones similares donde quiera que estemos.
Yo también lo hice.
La ilegalidad del aborto no va a impedir que lo hagamos, porque las mujeres seguiremos recurriendo a este procedimiento cuando valoremos que nuestras condiciones no son las mejores para gestar una criatura, o cuando decidamos que no deseamos hacerlo. El aborto inseguro es una de las principales causas de muerte femenina en todo el mundo.
Penalizar el aborto no impide que se siga practicando, sino que lleva a las mujeres a practicarlo en la clandestinidad. Es más, no hay una relación determinante entre el estatus legal del aborto y la frecuencia con que este se lleva a cabo en un país. Las tasas más altas de aborto en el mundo se encuentran precisamente allí donde está más fuertemente restringido (América Latina y África). Las tasas de aborto más bajas del mundo se encuentran en Europa occidental, esta zona del mundo de la que nuestro país forma parte.
El derecho a interrumpir el embarazo es una cuestión de salud pública, pero también, sin duda, quizá antes que nada, es una cuestión de los derechos humanos de las mujeres. Uno de los derechos fundamentales de toda mujer es el poder decidir si ser madre o no y cuándo serlo. Precisamente porque amamos la vida, queremos poder decidir. Precisamente porque queremos amar bien y dar lo mejor a l@s hij@s que quizá tendríamos, queremos decidir. Tal y como está el panorama hoy, vergonzosamente contrario a los derechos de las mujeres, solo me queda pensar que es el odio y el fanatismo lo que mueve a quienes tanto atacan el derecho a decidir. Lo suyo no es su defensa de la vida, es su defensa de una idea profundamente agresiva contra las mujeres, profundamente patriarcal. El aborto no se reduce haciendo leyes más restrictivas sino por medio de la educación sexual y la garantía de métodos anticonceptivos accesibles y seguros. Precisamente cuestiones estas que los sectores mencionados no se cortan en acallar.
Querida niña mía, yo quiero lo mejor para ti y sé que parte de ello es que seas tratada con dignidad y con respeto, lo que sin duda significa que se te permita tener acceso seguro a ciertos derechos y recursos, que la sociedad no te dé la espalda cuando la necesites y que se te permita decidir quién quieres ser y cómo serlo.
Recuerda, hija, que el hecho de ser mujer no significa que tengas que ser madre. Recuerda que solamente tú sabrás si quieres o no serlo y cuándo. Recuerda que en este mundo, hermoso y claro, turbio y reseco, nuestros derechos deben ser definidos, logrados y defendidos. Recuerda que tú decides. Que tu cuerpo es tuyo. Que tienes capacidad para pensar por ti misma y que debes serte fiel y defenderte. Recuerda que eso es la integridad y que nadie, por muy ministro, obispo, juez o padre que sea puede decirte qué es lo mejor para ti.
Recuerda que uno de los mejores indicadores de tu libertad como mujer es el que habla de las posibilidades que tienes para decidir.
Te quiero pequeña, bienvenida al mundo y al #escrachefeminista.
la mujer debería controlarse cuidarse para no quedar encinta así evitarían asesinatos…. no hay otro nombre para un aborto, asesinato.Cuando el bebe viene sano, no hay nada que afecte la salud de la madre o del bebe, o el bebe no fue producto de violación, el bebe es producto de coito común, Que artículo tan amarillista
Mmmmm….. sí, ciertamente es algo amarillista pero a la par de honesto. Es mi estilo, ¡qué le voy a hacer!
Y es que esto del derecho a decidir se presta a mucho amarillo chichón… ¿conoces la campaña «Este soy yo, humano desde el principio» de la Conferencia Episcopal Española? Te invito a echarle un ojo.
Me alegra que podamos compartir diálogo aunque estemos en lugares tan divergentes.
Lo cortés no quita lo valiente, que dicen por mi tierra.
Tu mujer decides?
Y por que mejor no decides cuidarte?
Yo soy mujer y no tengo ningún derecho a arrebatarle la vida a quien yo misma concebí, por error mio.
Yo decido cuando ser madre, y por eso hay metodos anticonceptivos.
No creen?
Estimada Cristal,
Tienes razón: cuidarnos es una de las cosas más importantes que debemos hacer. Lo que ocurre es que quizá entendemos que «cuidarnos» puede hacerse de diversas maneras. Para mí, cuidarme no sólo es emplear métodos anticonceptivos como bien señalas y toda la razón tienes. Cuidarme es también saber distinguir qué es lo que me hace bien, lo que me da salud física, mental y emocional.
A veces las mujeres, como todas las personas, cometemos errores. Yo misma, de adolescente, cometí uno. Y me decisión fue no proseguir con el embarazo. Creo, como creí en su momento, que fue una decisión acertada. Yo no estaba preparada para ser madre, no podía sostener a una criatura por mí misma, en ningún aspecto: no tenía la madurez, la paciencia, el amor entregado, no tenía los recursos económicos, la red de apoyo, el lugar, el espacio. No tenía la vivencia ni la confianza para criar con apego y con saberhacer como un bebé se merece. Años después he podido ir atesorando parte de todo eso y ahora soy madre de un niño y una niña.
Yo no creo que el embrión que tenía en el interior en aquel momento fuera más valioso que la vida que yo poseía. Así es. Cuando aborté, cuando ahora defiendo el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo, no equiparo en mi juicio la vida de un bebé y la de una mujer. Mi debate moral no se sitúa en ese plano. La vida de una persona nacida, para mí, para las mujeres que nos situamos aquí, vale más que la de quien está por nacer.
La vida es historia y experiencia y conexión con las demás personas y eso para mí es el valor. Así que, puestas a equiparar, hagámoslo desde ahí.
Además de esto, que te comparto con toda mi sinceridad y transparencia, como una perspectiva que yo tengo y defiendo, resulta que el control sobre el cuerpo de las mujeres es una de las herramientas más poderosas que nos mantienen a las mujeres en situación permanente de vulnerabilidad.
Creo que el derecho a decidir cuándo queremos ser madres y qué hacer con nuestro cuerpo es un derecho humano que nos da dignidad, coraje y reconocimiento. Y no, no creo que ninguna mujer en este mundo sienta placer al abortar. Y no, claro que no, jamás, entenderé el embarazo, parto y crianza como un castigo que ha de vivirse por un posible error cometido.
No es desde ahí desde donde yo quiero entender la vida y no es así como voy a educar a mi hija. Por eso le escribí esa carta. Por eso le trataré de enseñar a poner cuidado como tú dices, a que aprenda a distinguir lo que le hace bien y le hace crecer de lo que le resta potencia y le hace débil. Por eso le diré mientras la quiero y le acaricio la cara que defender sus propios derechos es una cuestión de dignidad e integridad que le harán una mujer sabia y fuerte, una mujer unida a otras mujeres.
Y ni si quiera voy a poner sobre este comentario situaciones de violencia sexual contra las mujeres que derivan en embarazados no deseados. Porque eso no hace sino fortalecer la posición que me afianza desde donde te hablo.
Gracias Cristal por asomarte a este blog y compartir tu opinión discrepante desde la amabilidad.