He de reconocer que me ha costado formar una opinión sobre «los vientres de alquiler». Pero he de reconocer todavía con más entereza que me resulto a veces excesivamente liberal.
Y lo digo porque, desde un sentir profundo que apuesta por la capacidad de decisión de las personas (y, en mi caso particular, de las mujeres) y en la convicción de que el bienestar social e individual lo encontramos en la lucha contra las morales absolutas y opresoras, he llegado a trivializar que haya mujeres que decidan alquilar su capacidad reproductora a cambio de una compensación económica.
Pero acabo de leer este artículo de Yolanda Domínguez y he visto las cosas bastante claras. Por lo menos, las cosas que me parecen realmente importantes: la desigualdad de partida de las (especialmente algunas) mujeres, los peligros de la ley de la oferta y la demanda sobre las personas especialmente vulnerables (mujeres, otra vez), la llamativamente extendida necesidad primitiva de reproducir nuestros propios genes (hombres también, en este caso) y la instrumentalización del cuerpo de las mujeres (claro, de quién si no).
Aquí van algunas ideas.
DESIGUALDADES DE PARTIDA
En nuestro mundo globalizado, una proporción pequeñísima de la población concentra la mayor parte de la riqueza mundial. Son estas personas las que están accediendo y accederán al alquiler de úteros. ¿Y quiénes son las que los están ofreciendo? Las mujeres sin recursos, generalmente habitando lugares del mundo empobrecidos.
No es justo hablar de libertad cuando existe una desigualdad de partida tan grande (ergo, la libertad no puede ser el valor más elevado, sino la igualdad, la justicia. La libertad tiene que ser sostenida con límites).
OFERTA Y DEMANDA SIN RESTRICCIÓN
Hablando de libertad, cuando me decía «liberal» no quería hacerlo en un sentido económico sino puramente político o filosófico (¿se puede hacer esto?).
La economía liberal apela a instrumentos como la ‘libre competencia’ o el ‘mercado libre’ presumiendo que ellos solos funcionan de tal manera que equilibran los flujos comerciales, la producción de bienes y la riqueza de las personas, por ejemplo. Creo, ya os imaginaréis, que esto es demostradamente falso y que genera, precisamente, todo lo contrario: abusos económicos, sobreproducción, explotación de recursos y de personas y desigualdades extremas.
Entonces, en un mundo como el que tenemos, ¿que efectos sobre las mujeres (/trabajadoras) se pueden esperar de prácticas como la gestación subrogada? ¿Qué ocurrirá cuando la oferta de subrogación se extienda y el precio de este ‘trabajo’ descienda? ¿Qué pasará -qué está pasando- con las mujeres y sus necesidades prácticas, la relación con sus cuerpos, con sus familias o su entorno y con su bienestar físico, emocional y social?
¿Va a sacar de pobre a alguna mujer esta práctica o por el contrario va a mantenerla con más intensidad en una condición de empobrecimiento material y simbólico?
REPRODUCIR NUESTROS GENES
Con todo respeto, hay algo muy primitivo en la necesidad de que nuestros hijos sean «de nuestra sangre». No solamente existe la posibilidad de la adopción (que habría que facilitar y democratizar) sino que además tenemos otro condicionante en todo esto y es que solo un tipo de personas pueden concebir: las que tienen el órgano reproductor femenino.
En este sentido, ¿es la insatisfacción ante la imposibilidad de procreación lo que conduce a los hombres a querer comprar esta capacidad de las mujeres? ¿No tiene un punto tremendamente pueril y narcisista muy propio de nuestra época?
Cuando es en mujeres la imposibilidad, ¿acaso no existe un duelo que se pueda recorrer o una actitud de aceptación dura, sin duda, pero transitable?
No puedo ponerme en le pellejo de quien quiere tener hijas y no puede pero no me cabe duda de que la belleza del vínculo del maternaje pasa por encima de los genes y de la sangre.
En cualquier caso, en este punto, creo que debería primar la solidaridad primigenia entre las personas antes que la satisfacción de un deseo propio.
INSTRUMENTALIZACIÓN
Sí, esta palabra fea nos dice que, finalmente, las mujeres se convierten en un medio para satisfacer un deseo ajeno.
Pero no es una transacción cualquiera, ni rápida, ni que se practique diariamente o con relativa frecuencia. Es un proceso de gestación. Un recorrido corporal y emocional en el cuerpo de las mujeres que tiene un hondo impacto en la subjetividad.
Subrogar la gestación, obviamente, sólo lo pueden hacer las mujeres. No es en absoluto intercambiable. De algún modo, por tanto, podría definirse como una intromisión mercantil y caprichosa sobre el cuerpo de las mujeres. Un bocado más del capitalismo patriarcal sobre nuestras vidas.
Dicho esto, mi liberalidad y mi optimismo ciertamente inocente no me dejan ser rotunda con una opinión. Soy además, como muchas, contradicción y búsqueda.
Creo que puede ser posible el altruismo. Sin duda lo creo.
Creo que es necesario seguir abriendo el debate porque vamos a tener que regular este tema y porque no está siendo fácil avanzar estratégicamente hacia la igualdad mientras intentamos (y debemos) resolver las necesidades cotidianas que tienen muchas mujeres.
Creo que pueden existir personas buenas que han pensado en esta opción con mucha más inocencia que la mía. Les diría que miraran a los ojos de la mujer que les va a alquilar el vientre. Que preguntaran. Y que escucharan.
Creo que este mundo está podrido pero no me gusta decirlo porque me dan ganas de llorar.
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