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Las mujeres se drogan

Uno de los aspectos que sobresalen cuando se aborda el fenómeno de las drogas desde el enfoque de género es la necesidad de que las características del consumo de las mujeres puedan emerger con nombre propio en los análisis, proyectos o políticas públicas.

Desde los servicios, instituciones y organizaciones de atención y prevención se tiende a reproducir una visión androcéntrica del fenómeno que invisibiliza las realidades femeninas. Esta tendencia deriva en el entendimiento sesgado de la complejidad del fenómeno y puede producir ineficacia de la intervención. Todo apunta también  a que genera desigualdad de género en relación con el acceso y uso de los recursos disponibles.

Una forma adecuada de romper con la invisibilización de las mujeres en el mundo del consumo de sustancias es poner en valor su experiencia por medio de la participación activa en la generación de conocimiento. Sólo a través de su voz y del relato de sus propias historias de vida las características de su consumo podrán aparecer como propias, ajenas a una idea neutral del uso de drogas que proviene de entender la experiencia masculina como única y generalizable.

No obstante, fomentar la participación de las mujeres no siempre es fácil, ni en relación al consumo de sustancias psicoactivas ni en relación a otros aspectos de la realidad.

Dadas las condiciones específicas del sistema de sexo/género, y los diferentes condicionantes normativos que definen la posición de mujeres y de hombres en la sociedad y en los procesos participativos en particular, es necesario que desde los equipos de planificación y análisis se haga un esfuerzo extra para favorecer la incorporación femenina activa en los procesos de identificación de problemáticas, diseño de actuaciones o evaluación de intervenciones.

Por ejemplo, durante la fase de definición de problemáticas se les puede preguntar por la funcionalidad que asocian ellas mismas a las sustancias consumidas o por los significados, implicaciones y fines que el tratamiento tiene para ellas.

 

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Lo ideal es que la perspectiva de las mujeres consumidoras o ex consumidoras sea contrastada con la de los hombres, de tal modo que pueda manejarse información atravesada por la especificidad del sexo/género. Y es que, aunque pueda parecer banal, este procedimiento permite a las mujeres (y a los hombres) colocarse en una posición activa desde sus conocimientos. Conocimientos que, seguramente, son implícitos y difíciles de expresar o nombrar, pero que forman parte del relato de su vivencia porque los han ido desarrollando a lo largo de su relación con las drogas.

En definitiva, la detección de problemáticas diferenciales y el diseño de medidas específicas para sobrepasarlas empieza con la participación de mujeres y de hombres en su auto diagnóstico. En palabras de una de las investigadoras que más ha trabajado esta línea:  se trata de identificar qué partes de su proceso vital [marcado por el género] se relacionan directamente con el problema de drogodependencia (Patricia Martínez, 2009).

Mediante este tipo de interpelaciones se persigue un objetivo concreto: incorporar el enfoque de género en las intervenciones, sean éstas públicas o privadas, de tal modo que el proceso de acompañamiento y, en su caso, cambio, respecto a conductas dañinas o tóxicas pueda molderase alrededor de las necesidades y deseos específicos de las mujeres y de los hombres a quienes se destinan los recursos.

Porque somos diversas por muchas razones y porque el sexo/género sigue siendo una trascendental. También en relación con las drogas.

 

[Los contenidos de este post derivan del trabajo realizado junto con Valentina Longo para el curso de Intervención Social en Drogas e Igualdad de Género de la Fundación Atenea]

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