Hace un par de años, nos preguntábamos en #MajadahondaFeminista si las feministas debíamos armarnos o no contra el patriarcado. Hoy, en plena efervescencia feminista por el caso de La Manada, el debate parece llamar encarecidamente a nuestra puerta: ¿Cómo enfrentamos la cultura de la violación y cómo nos defendemos ante las agresiones sexuales? ¿Estamos inmersas en una guerra histórica en la que los cuerpos sólo los ponemos de este bando?
El debate sobre el uso de la violencia como arma feminista es un debate viejo, no abordado todo lo necesario, que ha recorrido algunas inquietudes feministas desde hace tiempo. Desde las Tertulias Feministas de Majdahonda, cuando hicimos el acto mencionado (Mujeres contra las Violencias Machistas: Armarse (o no) contra el Patriarcado), trabajamos en torno a dos herramientas: el corto Pornobrujas de Smiz & Pixel (2012), y el artículo de Beatriz Gimeno «Mujeres y Violencia» (2014).
Hoy, como me recordaba mi compañera Rebe, el debate regresa y tenemos la obligación de seguir pensando sobre ello. Es una cuesitón de superviviencia.
Las mujeres, la fuerza física y la legítima autodefensa
Es absolutamente necesario que en el enfrentamiento a la Cultura de la Violación y en nuestra respuesta ante las agresiones sexuales como paradigma de esta Guerra, adoptemos -como mujeres que nos autopercibimos como tales- roles no vinculados tradicionalmente a la feminidad. Y uno de ellos es el de la fuerza física. Es el del poder corporal que se ejerce y que se teme.
Sobre cómo las mujeres debemos ir integrando un rol de acción, de agresividad necesaria ante determinadas situaciones, estamos hablando precisamente en Serializadas con María Castejón, en el Campus Relatoras de formación online. En mi opinión, tenemos que aprender a defendernos, a saber dar una respuesta inmediata ante una agresión sexual. Es conveniente que desarrollemos nuestra capacidad de identificar el peligro y salir de situaciones sospechosas a tiempo, pero la vida es complicada y nos da sorpresas imprevisibles así que, para hacerles frente, debemos aprender a usar nuestro cuerpo como herramienta de defensa y, también, otros artilugios de autodefensa.
Autoconciencia y empoderamiento corporal
En esta Guerra tenemos que empoderarnos con nuestro cuerpo y sus posibilidades. Empoderarse no es sólo un concepto que apele a una autoconciencia intelectual o a una cuestión de iguales derechos y oportunidades. Empoderarse es un concepto que sólo vive realmente en los cuerpos conscientes de sí: nuestra capacidad de acción está estrechamente ligada a nuestra autopercepción corporal. Podemos ser unas lumbreras o ser súper feministas de libro y calle pero si no estamos conectadas con nuestro cuerpo, si no somos conscientes de nuestras posibilidades y nuestros límites, la parte subjetiva del empoderamiento no estará activa. Es en esta parte íntima, de autoconciencia, desde donde creo que sale la capacidad de respuesta a una agresión.
Nosotras, como adultas, tenemos que aprender a tomar conciencia de nuestro poder corporal. Y enseñar a nuestras hijas a vivir en libertad en tiempos de manadas, enseñarles cuanto antes ese poder corporal que tienen intrínsecamente: que se muevan, escalen, corran, salten, trepen, peleen. Refuerzo total de sus capacidades físicas. De las nuestras. Descubrir los poderes de nuestro cuerpo mientras exploramos todo lo que es capaz de hacer. Las tullidas también.
Cuando estamos conectadas con nuestro cuerpo, nuestra naturaleza física, nos damos cuenta de que la agresividad y la autodefensa son legítimas, las entendemos como parte más de nuestro ser, lo cual sin duda choca con la feminidad aprendida. Si en un plano no consciente la tenemos integrada, cuando tenga que salir, saldrá. Nos sentiremos capaces de que salga. No tendremos remordimiento de que salga.
El empoderamiento de las mujeres pasa, sin duda, por sentirnos capaces de defendernos. Vivir con miedo no es en absoluto deseable pero mientras nos vamos cargando el patriarcado nuestras calles siguen plagadas de depredadores sexuales. Podemos asumir que están y no dejar que eso nos impida seguir viviendo con alegría. Esta será nuestra mejor estrategia: vivir con alegría sabiéndonos capaces de autodefendernos.
Aullamos
Creo que en el juego de dominación que acometen los agresores en esta Guerra está esa parte tan importante de las relaciones de poder, del poder percibido. Los depredadores sexuales agreden porque se sitúan en el lugar de dominación que les permite el patriarcado. Desde el lugar dominante uno se cree siempre el ganador del juego. Acabar con esta creencia, con esta percepción machuna de saberse ganadores, es parte de nuestro urgente trabajo feminista. Los trabajos sobre las nuevas masculinidades apuntan precisamente en esta dirección.
Creo, tiendo a creer, que cuando nos vayan viendo a todas preparadas para la respuesta, posiblemente armadas, capaces de auto defendernos o de correr tras ellos como en Pornobrujas, las cosas cambiarán. Y nos seguirán criticando cuando decimos que #EsUnaGuerra pero no les da la gana de comprender que todo empezó cuando se colocaron en el lugar del ganador antes incluso de que el juego empezara, mientras decidían cuáles iban a ser las reglas. La guerra la empezaron ellos. Y es larga.
Tenemos que aprender a defendernos. No para generar pavor sino para defender con dignidad nuestros derechos, nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Corred.
Aullamos.
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