Ayer, Marina Lorenzo y yo dimos un taller sobre comunicación en el espacio que las Ladies that UX de Madrid tienen en el Google Campus. A la intervención la llamamos «Ladies that Talk»; mi parte se centró en el autodiagnóstico y la de mi compañera en los elementos que caracterizan el proceso de comunicación. Aquí te cuento cómo fue.
Todo el taller era atravesado por la evidencia de que existen resistencias a las que nos enfrentamos específicamente las mujeres a la hora de comunicar en público, hablar ante una audiencia o exponernos oralmente ante un grupo de personas.
A partir de dos técnicas de trabajo participativo emergieron, por un lado, las barreras, impedimentos y dificultades que encontramos las mujeres cuando hablamos en público. Y, por el otro lado, se hicieron visibles los objetivos y deseos que nos mueven cuando las mujeres acudimos a un taller como el de ayer.
Las recurrencias fueron apabullantes: la inseguridad en nosotras mismas y en la validez de nuestros conocimientos se entronó como el impedimento principal que identificamos las mujeres para hablar públicamente. Por su parte, el deseo de aprender y de «mejorar» apareció como el principal objetivo relacionado con las habilidades comunicativas.
Es curioso: queremos aprender constantemente; aprendemos, de hecho, constantemente, con un nivel de eficiencia brutal y con una autocrítica muy desarrollada. Sin embargo, nos sentimos inseguras.
Nos sentimos inseguras de nosotras, de nuestra capacidad de comunicar adecuadamente, del valor de los conocimientos que poseemos. Nos inquieta sonar aburridas, no aportar nada interesante o nada nuevo, no ser concisas o no ser claras.
Quizá es que le damos mucha importancia al tiempo, porque bien sabemos lo mal que está repartido.
O quizá es que nos damos poca importancia a nosotras mismas.
Es necesario conocernos para saber qué nos pasa y para descubrir que no sólo nos pasa a cada una, de forma individual. La subjetividad femenina nos atraviesa indefiniblemente. La subjetividad femenina se aprende desde la otredad y el minusvalor.
De la imaginación al acto
Después de insistir en la necesidad del autodiagnóstico, yo acababa mi intervención apelando al deseo de Deleuze, ese que se plantea como potencia y alegría de vivir y no carencia o falta de algo.
Al finalizar, yo les decía: «Cuando tengáis una oportunidad fácil de presentar en público, dedicarle unos minutos para identificar las barreras y dificultades con que os encontráis. Después, sentaros y tratad de averiguar si deseáis hacerlo. Y, si lo deseáis, imaginadlo. Imaginaos a vosotras mismas hablando ante un auditorio, exponiendo un panel, compartiendo públicamente vuestras ideas. Desearos a vosotras mismas ahí, en ese escenario, en esa situación. Imaginaos».
La transformación comienza en el acto de imaginar.
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