Apenas ha cumplido los cinco años y mi hijo ya tiene muy claro qué cosas son de chicos y cuáles no. La sociedad está haciendo bien su trabajo.
Sin darnos apenas cuenta, transmitimos a las niñas y niños pequeñ@s valores y formas de «ser chico» y «ser chica» que, al mismo tiempo que les permite construir una identidad basándose en mensajes seguros, les encorseta en una manera de estar y ser en el mundo ceñida a los mandatos del género. Qué grande es el poder del género, cuán inmensamente está impregnado en nuestros chips mentales y afectivos.
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