He de reconocer que me ha costado formar una opinión sobre «los vientres de alquiler». Pero he de reconocer todavía con más entereza que me resulto a veces excesivamente liberal.
Y lo digo porque, desde un sentir profundo que apuesta por la capacidad de decisión de las personas (y, en mi caso particular, de las mujeres) y en la convicción de que el bienestar social e individual lo encontramos en la lucha contra las morales absolutas y opresoras, he llegado a trivializar que haya mujeres que decidan alquilar su capacidad reproductora a cambio de una compensación económica.