Hace unos meses participé en una mesa de diálogo en Madrid en una Jornada celebrada por la Fundación Atenea para reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿Qué imagen existe de las mujeres consumidoras y adictas?, ¿Cómo afecta a las mujeres en su vida y cómo construyen estrategias? y ¿Cómo abordarías tu trabajo desde la perspectiva de género y que lo haría más fácil en este sentido?
A continuación transcribo mi respuesta sobre esta última pregunta.
PREGUNTA: ¿Cómo abordarías tu trabajo desde la perspectiva de género y que lo haría más fácil en este sentido?
RESPUESTA: Desde mi punto de vista, como profesional especializada en la aplicación del enfoque de género en metodologías y herramientas, creo que existe inicialmente un proceso conceptual y de análisis específico que permite aterrizar unas líneas de trabajo ineludibles en el ámbito del consumo de drogas.
Por un lado, es capital que asumamos de una vez por todas, desde las organizaciones del Tercer Sector y desde las Instituciones y, por extensión, desde todas y cada una de las profesionales que trabajan en estos ámbitos, que el sexo/género es una variable innegable en la construcción de la persona, de su subjetividad, sus prácticas, su actitud, sus valores, su ser y estar en el mundo en el sentido más amplio que podamos concebir.
Y es una variable que, al intervenir en todos estos procesos de creación de la persona, afecta y tiene que ver también con el consumo de drogas. No sólo a un nivel cuantitativo como demuestran algunos datos sino más intensamente en un plano cualitativo, cosa que las estadísticas –como bien subraya esta jornada- no recogen.
Necesitamos seguir insistiendo en la puesta en marcha líneas de investigación y análisis específicos que nos permitan adentrarnos en la complejidad del fenómeno de las drogas desde el enfoque de género, es decir, desde el conocimiento que tiene la variable/sexo género en el uso y consumo de drogas por parte de mujeres y de hombres, en un abanico de variables que se considere pertinente en cada caso (edad, actividad, estado de salud, etc.). A este respecto, la disponibilidad de datos basados en evidencia científica y también el conocimiento de otras experiencias profesionales facilitaría sin duda el diseño de políticas y proyectos con enfoque de género.
Por otro lado, una vez que hemos asumido esta necesidad epistemológica, tenemos que proceder a la aplicación del conocimiento: ¿cómo podemos en marcha lo que sabemos? ¿Cómo se aplica el enfoque de género?
La diversidad de actuaciones es muy amplia pero la experiencia nos señala un aprendizaje en particular: las mujeres y los hombres que consumen drogas no revelan siempre las mismas problemáticas y, por tanto, las intervenciones no pueden ser iguales o únicas para todo el mundo. Estamos hablando realmente de la necesidad de sobrepasar el enfoque de la neutralidad: si las problemáticas y demandas de mujeres y de hombres que consumen drogas no son las mismas, ¿por qué aplicamos entonces las mismas actuaciones?
Una forma sencilla de comenzar con la incorporación del enfoque de género en las metodologías de las intervenciones públicas o privadas es la de trabajar separadamente con grupos de mujeres y de hombres al tiempo que se trabaja de forma mixta. A este tipo de procesos los podemos denominar como “procesos combinados”. Los objetivos y metodologías de cada línea de trabajo con distintos pero complementarios y permiten abordar con mayor comodidad, seguridad y acierto determinadas cuestiones que de otro modo simplemente permanecen ocultas. Muchas profesionales del sector ya ponen en marcha procesos combinados de este tipo (véase, por ejemplo, el trabajo que realiza Patricia Martínez y que expone en su web).
Es cierto que, a veces, los recursos no dan para más. Pero no hay que confundir actuación diferencial con mayor gasto. Al contrario, a largo plazo, los análisis de género y la actuación diferencial optimizan los recursos disponibles.
Hablando de recursos, otra de las formas en que se facilitaría la aplicación del enfoque de género en el ámbito profesional del fenómeno del consumo de drogas es a través de profesionales con cualificación técnica específica. Naturalmente, es imprescindible que exista un cuerpo teórico en las organizaciones y que las y los profesionales conozcan el impacto básico del sexo/género en la estructura social pero todo esto se puede quedar en agua de borrajas si a la hora de planificar intervenciones, de poner en marcha actuaciones o de evaluar proyectos no se sabe cómo aplicar el enfoque de género. Yo sé que muchas profesionales saben mucho, y que además creen en lo que saben y lo asumen con rigor y honestidad en su trabajo. Es más, tengo constancia de que muchas organizaciones y muchas profesionales están apostando por la capacitación en aprendizajes técnicos pero es necesario por un lado, el compromiso permanente de las organizaciones y, por el otro, el apoyo institucional para financiar todo lo que tiene que ver con la aplicación del enfoque de género.
Con esto, termino finalmente remarcando que una de las cosas que sin duda haría más fácil mi trabajo sería la revalorización pública, institucional, organizacional de los conocimientos de género y de su aplicación.
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